La primera vez que las personas observaron el cielo y vieron el movimiento del sol, la luna y las estrellas, pensaron que dicho movimiento era impredecible. Pero, cuando científicos y astrónomos como Tycho Brahe y Galileo Galilei vieron esto, pensaron en el modo de medir, predecir y comprender el cielo. Para probar sus hipótesis, siguieron el proceso científico: reunir, sopesar y evaluar evidencia para llegar a una teoría y conclusión justificables sobre lo que estaba ocurriendo.
Si bien algunas de sus preguntas iniciales podían medirse y responderse fácilmente, llegar a una conclusión integral sobre el sistema solar exigía revisar y comprender la totalidad de la evidencia. Este mismo método, el método científico, es el que deberían usar actualmente los científicos y reguladores para tomar decisiones acerca de la salud y seguridad de los químicos.
Si Brahe o Galileo hubiesen utilizado tan solo parte de sus observaciones o herramientas para ver el cielo nocturno, quizás hoy no tendríamos conocimiento de que la Tierra gira alrededor del sol o que los eclipses se pueden predecir con exactitud. Los investigadores que intentan comprender los efectos sobre la salud humana del BPA también deberían aspirar a incorporar en sus análisis la mayor cantidad de investigación científica posible a fin de tener un panorama completo para tomar una decisión informada.
Durante mucho tiempo hemos mantenido un compromiso con un enfoque basado en evidencia con respecto a la salud, la seguridad y el medioambiente cuando se trata de nuestros productos. El American Chemistry Council (ACC), la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los EE. UU. y otras agencias reguladoras gubernamentales han estado realizando pruebas, analizando y comprendiendo el papel que desempeña el BPA en relación a la salud humana y al medioambiente durante más de dos décadas. Son más de veinte años de análisis de exposición, estudios con animales, modelos de farmacocinética, análisis de conducta, grupos metabólicos e informes completos que los científicos, investigadores y reguladores estadounidenses utilizaron para revisar la ciencia y descubrir que el BPA es seguro.
En la escuela, aprendimos sobre ciencia y sobre el método científico. La ciencia se basa en evidencia. No podemos simplemente ignorar lo que se ha hecho anteriormente para validar una idea. Los científicos más importantes como Galileo y Brahe hablan de “estar sobre los hombros de gigantes” al hacer sus descubrimientos. Al igual que estos astrónomos, los reguladores identificaron, filtraron y resumieron la evidencia disponible, sopesaron la evidencia en función de su solidez, relevancia y confiabilidad, y finalmente observaron todo el conjunto para identificar una conclusión.
Teniendo esto en mente, los reguladores, al igual que los buenos científicos, deberían basarse en la totalidad de la evidencia científica y no en una única evidencia contradictoria. Pero la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) está haciendo exactamente eso con respecto a su opinión sobre el bisfenol A, observando solo un pequeño subconjunto de evidencia para extraer conclusiones diferentes de las de los reguladores del resto del mundo. Tanto para comprender las estrellas como para evaluar efectos sobre la salud, deberíamos examinar los distintos componentes de manera sistemática y equitativa a fin de analizar verdaderamente el peso de la evidencia científica.
Al igual que los astrónomos, los reguladores no deberían tomar decisiones basadas en sospechas, sino que deberían seguir la evidencia científica.