Si visita el sitio web de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE. UU. y busca el término BPA (bisfenol A), rápidamente encontrará una importante sección de preguntas y respuestas que le indica exactamente lo que más necesita saber acerca del BPA.
Es tan concisa y clara, que podría predisponerse a desestimarlo como una opinión vacía sin nada que la respalde. Pero, a diferencia del Mago de Oz, que dijo “no prestes atención al hombre detrás de la cortina”, usted sí debería prestarle atención a lo que hay detrás de esa cortina.
Esta opinión aparentemente simple está respaldada por un firme sistema regulatorio basado en riesgos que requiere de evidencias afirmativas de seguridad. Para comprender la seguridad del BPA, lo primero que debemos conocer son sus peligros. En particular, ¿el BPA causa efectos dañinos sobre la salud y en qué dosis?
Después de todo, durante siglos hemos sabido que es la “dosis la que hace el veneno”. Un par de aspirinas podrían ayudar con el dolor de cabeza, pero un frasco entero de aspirinas podría actuar como veneno y matarlo. Ese principio se aplica a casi todo lo que encontramos en nuestra vida cotidiana, incluido el BPA.
Afortunadamente, contamos con abundante información científica de calidad para el BPA a partir de estudios en animales de laboratorio. Recientemente, los resultados del Estudio central CLARITY fueron dados a conocer en un informe final al completarse un estudio de casi 5 años de duración realizado por científicos de la FDA.
El alcance y la magnitud de este estudio no tienen precedentes para el BPA, y los resultados indican que es muy poco probable que el BPA provoque efectos sobre la salud, incluso en personas que están expuestas a él durante toda su vida. Tal como determinó el investigador principal del estudio “el BPA no provocó efectos adversos claros y biológicamente plausibles” en dosis incluso remotamente cercanas a los niveles de exposición del consumidor.
Con respecto a los niveles de exposición en humanos, hemos recolectado una enorme cantidad de datos, en particular gracias a estudios de biomonitoreo a gran escala realizados por los Centros para el Control y la Prevención de enfermedades (CDC) de los Estados Unidos y estudios similares alrededor del mundo. A partir de estos estudios sabemos que la exposición en humanos del BPA es extremadamente baja.
Si se reúnen todos los datos, que es lo que sucede en una evaluación de riesgo, está claro que la FDA tiene una base científica muy sólida para respaldar su conclusión de que el BPA es seguro. Desafortunadamente, un sistema basado en riesgos similar al que ha servido a los Estados Unidos no es de tan amplio uso en Europa. Las implicaciones de esta diferencia se destacan en un reciente artículo de opinión en la revista Science|Business titulado “Con la administración del riesgo europeo en una encrucijada, ¿puede prevalecer la razón?”
El artículo fue redactado por Sir Colin Berry, profesor emérito en la universidad Queen Mary University de Londres. Además de ser un profesor distinguido, fue nombrado caballero en 1993, en honor a sus años de servicio público.
Lo que tiene para decir es importante para Europa y destaca los motivos por los que el sistema reglamentario basado en riesgos funciona para nuestro beneficio.
“La evaluación de riesgos, en lugar de la identificación de riesgos, es la manera de proteger la salud y de permitir el desarrollo científico continuo. Las decisiones basadas solo en peligros no logran ninguna de las dos”.
“Europa le da prioridad a la opinión informada en lugar de la evidencia científica y a la precaución en lugar de la evaluación de riesgos. La innovación será la víctima”.
La protección de la salud no es compatible con el desarrollo científico y la innovación. Con un enfoque apropiado en la evaluación de riesgos, tal como hace la FDA, ambos son posibles.