¿Alguna vez se sorprendió viendo cómo la carcasa de su teléfono se mantiene bien después de haber caído en repetidas oportunidades sobre distintas superficies? ¿O admira el modo en que sus equipos deportivos soportan todo tipo de condiciones climáticas? La resistencia que tienen muchos de los productos de uso diario está relacionada con la interesante química.
Por más de 60 años, los dos usos principales del bisfenol A o BPA han sido la elaboración de plástico de policarbonato y resinas epoxi. Ambos son materiales de alto rendimiento que se usan para muchos productos industriales y de consumo, como suministros médicos, repuestos para automóviles, materiales para la construcción y equipos de seguridad. En particular, el plástico de policarbonato se usa específicamente en estos productos por sus atributos de solidez, durabilidad, transparencia, resistencia a los golpes y liviandad.
A pesar de su común utilidad actual, el trayecto del BPA desde la síntesis inicial hasta el material omnipresente que mejora la vida no fue sencillo. Descubierto por el químico ruso Aleksandr Diann en 1891, fue recién décadas más tarde en un país completamente diferente que la posibilidad de las propiedades comerciales del BPA salió a la luz.
En 1934, trabajadores alemanes de Interessengemeinschaft Farbenindustrie AG (en alemán “sociedad anónima corporativa de la industria de los colorantes”) hicieron experimentos combinando BPA con otros químicos, lo que dio inicio al desarrollo de las resinas epoxi (comúnmente utilizadas en la actualidad con fines adhesivos), además de otros usos potenciales del BPA.
El siguiente capítulo se produjo recién en 1957, cuando dos químicos distintos decidieron llevar estas resinas a un nivel superior (y el dato curioso: sus descubrimientos ocurrieron con una semana de diferencia). Ambos químicos intentaron polimerizar el BPA y finalmente formaron una sustancia pegajosa que se endureció dentro de un vaso de laboratorio. Una vez endurecido, los químicos no pudieron quebrar ni destruir el material, con lo que sentaron las bases para la multitud de usos que actualmente tiene el policarbonato.
Desde sus comienzos, este policarbonato increíblemente sólido se utilizó en cajas de fusibles, conexiones electrónicas y cristales para ventanas. Pero, una vez que descubrieron que tenía la solidez suficiente para reemplazar al acero en algunos casos y la transparencia para reemplazar con frecuencia al vidrio, el plástico de policarbonato pronto se convirtió en un componente fundamental de una amplia gama de productos, como lentes para gafas, cascos de fútbol americano, techos corredizos, parachoques resistentes a los golpes, consolas de juegos y muchos otros productos diseñados para mejorar la vida cotidiana.
Debido a su exclusiva solidez y resistencia en entornos adversos, el policarbonato se puede usar donde otros materiales podrían fallar y se ha convertido en un compuesto indispensable para muchos trabajos rigurosos que incluyen usos marinos, submarinos y subterráneos. Eso sin contar que es hasta seis veces más liviano que el acero, puede modificarse fácilmente y es rentable.
Con su gran utilidad y ubicuidad en productos de uso diario, el BPA, al igual que otros químicos, ha sido objeto de escrutinio con el transcurso del tiempo. La realidad es que el BPA es uno de los químicos más estudiados por la ciencia moderna. Los organismos reguladores estadounidenses e internacionales han revisado la información y han determinado que el BPA es seguro a los niveles muy bajos a los que están expuestos los consumidores.
Por lo tanto, la próxima vez que deje caer sus lentes de sol o que prepare su tabla de snowboard para un paseo, podría afirmarse que el peso de la ciencia que respalda al BPA coincide con la resistencia del producto fabricado con BPA.